martes, 23 de diciembre de 2014

Artista inconformista

Os dejo una lectura cortita, pero curiosa y muy geográfica. Se trata del microrrelato con el que gané el Primer Premio del 2ºconcurso de Microrrelatos organizado por periódico Nueva Alcarria y la Mancomunidad de Aguas del Sorbe (Mancomunidad que abastece a los municipios más poblados de la provincia de Guadalajara, además de a Alcalá de Henares en Madrid).
El tema era "¿qué es el agua para tí?" y yo quise hacer un relato en el que hablase de la fuerza creadora y moldeadora de la superficie terrestre que es el agua. Una pequeña explicación geomorfológica de la formación de la comarca de La Alcarria en versión cuento rápido.
Espero que os guste.

ARTISTA INCONFORMISTA

Como ya había hecho tantas veces antes, se ayudó de los rayos del sol para auparse cielo arriba, despegándose de aquel suelo al que había dado vida en un sinfín de ocasiones y, una vez alcanzó suficiente altura, se abrazó a una minúscula mota de polvo que levitaba a su lado para formar una pequeña gota.
            Observó su obra, aquella que se encontraba abajo y que le había costado tanto trabajo erigir: millones de veces había subido al cielo y otras tantas había vuelto a descender al suelo. Consideró que, por fin, había terminado aquella escultura que se propuso hacía ya mucho tiempo realizar: quiso, en esa ocasión, hacer algo suave, reducir las formas a lo esencial, se sentía en su etapa artística más serena.
Las herramientas que utilizó para darle forma habían sido una infinita paciencia, ―sabedora de poseer una escala de tiempo muy diferente a la de los seres vivos―, y ciertos materiales que se encontraban a su vera. Primero creó un inmenso lago donde se acomodó sosegada, y después, sin perturbar su calma, añadió suavemente, como elaborando una compleja receta de cocina que necesita del reposo para revelar sus mejores sabores, arcilla rojiza, arenisca parda y blanca cal. Estas se posaron en el fondo unas después de otras, sin mezclarse, formando una composición de varias capas horizontales de colores, texturas y fuerzas muy diferentes. Como punto final, el agua se retiró dejando al descubierto uno de los horizontes más perfectos que jamás se hubiesen visto.
Imagen donde se puede ver la disposición prácticamente horizontal de los diferentes estratos de sedimentos. Se encuentra en las proximidades de Mondéjar.

Y disfrutando como estaba desde el aire de aquella visión se sintió feliz, plena… lo había logrado. Era el momento idóneo para marcharse a descansar, por lo que se dejó caer en forma de millones de gotas a un suelo que la recibía agradecido.
Y pasó mucho tiempo desde que dio por terminada su obra. Y había continuado con su juego de subir al cielo y tocar el suelo un millón de veces más, observándola y deleitándose con ella. Pero era inconformista, lo lleva en su naturaleza, poco estará en un mismo sitio, siempre variando su forma, siempre cambiando de lugar. Ya lo sabía de otras veces, no se le descubría nada nuevo, así que de repente, un día, comenzó a ver defectos. El artista que tanto examina su obra nunca la verá terminada, sobre todo si la analiza tiempo después, cuando lo que fuiste entonces no lo eres hoy y lo que antes te llenaba puede que ahora te deje un hondo sentimiento de vacío.
«¿Qué sentido tiene que haya alternado colores: el rojo de la arcilla, el pardo de la arenisca y el blanco de la cal, si ahora no se ven, si solo yo sé que están ahí? ¿Por qué toda esta paz, esta serenidad? ¿Por qué esta planicie despejada que parece no acabar?»
Se sintió inquieta y las ganas de crear de nuevo, de rehacer una obra que ya no le convencía, volvieron a apoderarse de todo su ser; y en un arrebato de inspiración, como cuando un pintor sumerge sus manos en un bote de pintura y lanza la que de sus dedos gotea contra una pared en blanco que le sirve de lienzo, se arrojó con fuerza contra el suelo, trazando aquí y allá líneas casi paralelas, como un zarpazo que hería aquella escultura minimalista de la que se había cansado, para dibujar líneas donde el azar tiene más culpa de la forma del trazo que la propia mano del pintor. Y se abrieron pequeñas grietas en el suelo, y por ellas se coló a través de la rígida caliza, y llegó hasta la arcilla, arrastró las arenas y descabalgó la dura roca superior, abriendo, poco a poco, profundos valles en lo que antes fue una vasta llanura.
Foto satélite de La Alcarria cerca de Guadalajara capital con los valles en sentido NE-SO

Y llenó esos valles de fuentes, y con las fuentes nacieron los ríos, y con estos las laderas y las riberas se poblaron de árboles, y los árboles dieron cobijo a animales de toda índole, y la explosión de color le gustó. Y se sintió de nuevo feliz porque supo que su obra de arte había alcanzado la perfección: el contraste de la limpia llanura con la exuberancia de los valles que la interrumpían.
Y llegó el hombre y los pobló, y a la llanura la denominaron páramo, y a cada uno de aquellos zarpazos le dieron personalidad propia: Henares, arroyo de Torija, Matayeguas, Ungría, Tajuña… y llamaron a toda aquella escultura La Alcarria.
            Y el agua sigue ahí, presente; observa su obra y le gusta, pero continua trabajando, porque sabe que esta nunca habrá terminado; seguirá tallando el paisaje, seguirá esculpiendo el mundo, seguirá siendo la mejor y más inspirada artista de la naturaleza.


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